21 junio 2011



Estos somos mi marido y yo en el balcón de la nueva casa. Ladrillo visto.
Al fin (¡al fin!) he terminado los exámenes y tengo tiempo para pintar, cocinar y hacer lo que me venga en gana las veinticuatro horas del día. Si no fuera por el hijo de puta del vecino adicto al taladro...
Hablando de vecinos, hemos conocido a nuestros vecinos (el del taladro no, unos estudiantes) de arriba. Muy majos. La cosa empezó con coñas, cartitas y demás; pero ya hemos llegado a colocar buzones de cartón en nuestras puertas para comunicarnos habitualmente... Ellos tienen un altar con nuestras cartas (en papel rosa, por supuesto) y nosotras hemos forrado la mesa de café con las suyas. Nos unen la cerveza, la comida, el trivial y los koalas. Muy buen rollito, sí señor.
En unos días me voy de juerga padre a Berga, a la Patum. Y luego a Galicia de nuevo, a ver qué se cuece por allí a parte de pulpo.

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